El Descendimiento
Como sabéis, el domingo pasado fuimos al teatro.
Voy a utilizar esta entrada para ordenar mis ideas, algo que me resultó muy difícil a lo largo de la representación.
No quiero decir ‘bueeeno, no me ha gustado...’ o ‘ha sido muy bonito... las luces y tal...’, así que vamos por partes.
¿Mi primera impresión? Un horror. Se me pasó por la cabeza varias veces el levantarme e irme. Pero había una cosa que hacía que mi culo se mantuviese pegado a la silla, y es que yo no me podía ir de ahí sin saber con qué nos iban a sorprender el próximo minuto.
Me recuerda un poco a cuando eras pequeño y tu madre te decía “¿cómo sabes que no te gusta el brócoli si no lo has probado?”
Bien, yo ya he probado este tipo de teatro y no, no me gusta el brócoli.
No entendía absolutamente ninguno de los textos, ni un orden en las escenas, y luego aparecen las marionetas (algo que me impactó y de lo que hablo más tarde).
Por un momento pude ver la belleza, con el canto gregoriano, luces agradables posándose sobre la tela, la voz de El niño de Elche suave, angelical, limpia, incluso confundible con un instrumento. Me quería quedar ahí para siempre. Pero el hombre tenía que llegar y sacarme el corazón por la boca con sus gritos (gritos, entendedme, con todo el respeto).
Me parece flipante la capacidad que tenían de funcionar juntos todos los actores, como unidad. Es una movida muy chunga de entender, o mejor dicho, de no entender; y me alucinó que funcionaran tan extremadamente bien todos juntos. Y qué me decís de los músicos... ella acaba dejando su instrumento y pasa a expresarse a través de su cuerpo, brutal.
Me hubiese gustado meterme en las cabezas de cada uno para saber qué estaban pensando.
El vestuario, que pasaban de ser outfits para ir a comprar el pan, a ponerse capas-chubasqueros o liarse a leches con el torso desnudo.
Cuando la mujer musculada en el suelo tiene los trozos de tronco que el hombre ha dejado con fuerza al lado de y sobre su cabeza, o cuando se vendaba la cabeza por completo, yo me moría del agobio.
Sentía como un contraste entre tranquilidad y de repente tensión de nuevo.
No puedo dejar de lado tampoco la manera en que, quien creo que era el director, movía las marionetas. Yo no encontraba sentido alguno, pero el crujir de estas al moverlas, cada giro, el cambio de caras... Una sensación muy extraña. Me produjo rabia, ver la marioneta de María de Magdala con el pecho al descubierto acompañado de cantos que pronunciaban la palabra vulva, con gestos del estilo. Hay un matiz, no sé si intencionado o no, esto podría haberse hecho con un cuerpo femenino cualquiera y yo no habría sentido ni de lejos lo mismo. No sé si entrar en el famoso debate o no, porque efectivamente el cuadro termina quedando en segundo plano. Claro que me horrorizó, lo que digo, no quería estar ahí en ese momento. Me parecía la perversión hecha escena. Trataban también conceptos como el Amor o el Perdón. O la muerte, estamos todos muertos, decían. Literalmente no tengo palabras para expresar lo que sentía.
Pero supongo que también trata un poco de eso, de producir emociones en el espectador y de llevar a la reflexión.
En todo caso me alegro de haber descubierto que este tipo de Arte existe y poder seguir formando mi criterio en base a la experiencia.
Esta semana subiré los dibujos expresivos, quizá alguno no solo de la obra sino de lo que sentía yo en ese momento.
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